Como pasa con cualquier género que triunfa, y no me refiero exclusivamente al mundo de los videojuegos, no tardan en surgir cientos de clones con escasa personalidad. En el caso de los infinite runners la fiebre comenzó con Cannabalt y los futuros distópicos con protagonistas perseguidos a contraluz por las autoridades surgían como las setas en una discoteca de la capital. Rayman Jungle Run vino a dar un colorido golpe de autoridad en la mesa que ahora redobla con Rayman Fiesta Run.
La mascota de Ubisoft está viviendo probablemente su momento más dulce desde que apareciera por primera vez en la Atari Jaguar allá por 1995. Precisamente esa vuelta a los orígenes, a las dos dimensiones con una alegre paleta de colores, ha convencido a crítica y público que por supuesto se mantiene en Rayman Fiesta Run.
El motor UbiArt vuelve a dar el do de pecho en esta aventura compuesta por más de 75 niveles con una ambientación festiva de corte mexicano -o eso me parece a mi- en la que Rayman no para de correr, volar o nadar y deberás romper el embrujo que causan sus bellos escenarios o la carrera se frenará en seco.
Es cierto que el factor sorpresa se ha perdido con esta secuela, pero que nadie dude de que Rayman Fiesta Run es uno de los juegos más bellos para Android y un claro contendiente al mejor juego del año.
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