El desktop de mi padre está a la espera de que lo arregle, tras 7 años funcionando a diario. Haciendo de la necesidad virtud, le propuse que empleara un Surface RT, y en ésta y las próximas entregas voy a cubrir los resultados de la adopción de esta (para él y para muchos otros) nueva tecnología
Si entras en grandes superficies españolas, te puedes encontrar anuncios como éste
250 euros. En la misma tienda, el iPad 2 sale por 149 euros más. Sin USB. Sin gestor de archivos. Sin teclado. Pensadlo: para un jubilado que consulta sus periódicos, su banco, su correo y skype, el Surface es una propuesta con más valor por menos precio. Si hasta el precio del Nexus 7 de este año es casi igual, caramba.
Mi padre es un profesor de francés jubilado. Para su trabajo no necesitaba Internet, pero en la jubilación ha descubierto en Internet una fuente de servicios y distracción tan importante como para incorporarlo en su rutina diaria, mañana y tarde. No negaré que tiene más voluntad y espíritu de superación que no pocos que he conocido 15 años más jóvenes que él, pero también diré que, en lo que a Internet y los ordenadores respecta, no es tan excepcional. Por experiencias que he tenido en trabajo de campo con personas mayores, algunas de las barreras a superar son:
- “no puedo”, “estoy muy mayor”, etc. Por supuesto, eso no va con mi padre. Pero básicamente cualquier persona mayor puede superar esa barrera con ayuda
- “es peligroso”. Muchos no os imagináis las falsas creencias que muchas personas mayores han acumulado acerca de Internet como consecuencia de lo que ven en la televisión.
Éstas y otras barreras provocan que el mayor grupo de edad en situación de exclusión digital sean las personas mayores. Y es algo doblemente penoso: si para toda la población, el acceso a Internet ofrece un enorme abanico de beneficios, para personas mayores con tiempo libre y necesitadas de estímulos y acciones que les motiven la ganancia sería mayor aún. Pero muchos hijos no encuentran cómo ayudar a sus ancianos padres, los padres no encuentran qué podrían sacar de Internet… y se quedan mirando la tele.
Mirando. La. Tele.
Una persona mayor merece algo más como modelo en el que invertir el tiempo de descanso que se ha ganado “eslomándose” toda su vida.
Por suerte, mi padre no tenía esos problemas. Hace años ya, Internet entró en su vida gracias a Skype: todos los días hablaba con su hermano mayor, que residía en Brasil. A partir de esa maravilla que era hacer teleconferencia gratis con su hermano, empezaron a entrar periódicos online y otros recursos semejantes. Luego vino la consulta de saldos bancarios, la petición de recetas médicas y otras ventajas que los que no somos tan mayores damos por supuestas.
De hecho, las operaciones bancarias me preocupaban: por más que tenga ánimos y sea explorador, su conocimiento técnico no es tan fuerte como para mantenerse a salvo del malware por sí sólo. Surface y su seguridad son una bienvenida mejora, porque gracias a Internet Explorer puede acceder a la web de su banco. Además, disponer de un sistema de archivos completo y un puerto USB es una ventaja tremenda a la hora de pinchar su cámara tal cual y hacer con sus fotos lo que le plazca
De hecho, probamos las alternativas. Tanto Android como iOS no le convencían por el salto que suponían respecto a lo que estaba acostumbrado. El problema principal era el navegador: mi padre está acostumbrado a su facebook y su página de banco en un navegador, y quería seguir usándolo como había aprendido. Eso deja fuera de juego a Safari Mobile y a Chrome mobile, aún las versiones beta. En muchas más ocasiones de las que parece, la ausencia del anticuado flash se nota. Es más, llegamos a probar hasta ChromeOS… pero no tiene Skype. Y Skype es esencial para mi padre, y no quiere alternativas.
En próximas entradas veremos qué obstáculos ha tenido que enfrentar mi padre en estos primeros días con una surface. Ya adelanto que algunos eran previsibles y otros no, y que lo que he hecho ha sido darle un repaso inicial a lo que puede hacer y cómo lo puede hacer, y dejar que se busque la vida por sí sólo, salvo para ayudarle puntualmente con los problemas que no puede resolver.
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